Una clase algo diferente en la que, al comenzar, todos íbamos cogiendo nuestros cuadros y colocándolos al frente de la clase de forma que se viesen todos. Nos sentamos frente a ellos y la profesora comentó uno por uno los dibujos, aportando comentarios críticos y constructivos para la posterior mejora durante la media hora restante de clase. Algunos eran faltos de perspectivas, otros de pintura, y otros simplemente tenían que integran bien los elementos.
Todos eran buenos, únicos y propios, cosa que la misma profesora apreció al intentar pintar en alguna parte en nuestro dibujo, y nosotros, por temor a que la idea propia que teníamos e la cabeza de cómo lo queríamos, nos negábamos a que pintase.
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